martes, enero 12, 2010

MADE IN USA

Los vivos y los muertos de Edmundo Paz Soldán y Missing de Alberto Fuguet.




Edmundo Paz Soldán y Alberto Fuguet pertenecen a la generación de narradores urbanos de América Latina bautizada como Mcondo (curiosamente han renegado de esa categoría casi todos los originalmente adscritos). Como sea, sus últimas novelas transcurren en USA y los dos apuestan por el género non-fiction (sobre todo Fuguet, pues Paz Soldan declara una versión algo más libre de los sucesos que lo inspiraron). Aunque, convengamos, ninguna historia por veraz y apegada a hechos reales que pretenda, es realmente un espejo de eso que llamamos realidad objetiva.

“Aun cuando la intención de veracidad sea sincera y los hechos narrados rigurosamente exactos —lo que no siempre es así— sigue existiendo el obstáculo de la autenticidad de las fuentes, de los criterios interpretativos y de las turbulencias de sentido, propias a toda construcción verbal”.
Juan José Saer, El concepto de ficción.

Si bien para el lector, víctima final dispensada de estas digresiones teóricas, da exactamente lo mismo si todo lo narrado es cierto o inventado, si es realismo mágico, surrealismo, o realismo a secas, lo único verdaderamente importante es que el texto se sostenga, que funcione, que la historia sea entretenida y con valor estético, cosa que creo ambos libros consiguen. Si se leen en conjunto, algo antojadizo que refleja únicamente que cayeron en mis manos al mismo tiempo, nos queda un gustillo a norteamerica, a sus personajes profundos, desde dos ópticas diferentes, certeras, vivenciales, quizás complementarias, como leer los cuentos de Carver.

Los vivos y los muertos

El libro de Paz Soldán tiene un ritmo veloz, como un triller, sus protagonistas son jóvenes asolados por una serie de muertes trágicas. En la novela se mezclan elementos “tradicionales” de la cultura norteamericana (el high school, el futbol americano, el periódico del colegio), “actuales” (el impacto de las guerras en medio oriente, la represión soterrada, el odio racial, la violencia en las aulas), estéticos, fetichistas (las porristas, la cultura pop), guiños a películas (American Beauty) y otros elementos recurrentes en Paz Soldán: la tecnologías digitales, internet, el realismo virtual (que ya habían aparecido en novelas anteriores: Sueños digitales, El delirio de Turing, pero que creo en esta novela funcionan mejor, se acomodan de una manera más natural). ¿Muchos elementos? Tal vez, pero ese es sólo el telón de fondo y los ingredientes están bien combinados, dosificados, no hacen ruido a la trama de la historia. Están bien tratados los conflictos de esa época entre la adolescencia y la adultez: la desorientación, la develación afectiva, la urgencia del sexo, la soledad, la confusa asimilación de la sociedad. Todos los capítulos son contados en primera persona por los distintos protagonistas, voces muy disímiles y bien logradas, que nos da una visión más cercana, de complicidad con los personajes. Los diálogos están muy bien construidos, sin guiones, pero se siguen sin problemas. Hay un capitulo completo sin signos de puntuación, donde Hannah, una de las protagonistas, pasa por un momento muy difícil, la acción se acelera, le tensión crece, y no te das cuenta que no hay puntos ni comas. En suma, un fluido y depurado manejo de la técnica al servicio de la narración,

“La técnica es eficaz cuando es invisible, cuando desaparece tras el efecto que consigue, dando mayor relieve, hondura, emoción y semblante de verdad a lo que se cuenta: una situación, una acción, un personaje.”
Mario Vargas Llosa, El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti.

Mario Vargas Llosa ha declarado que Edmundo Paz Soldán que es una de las voces más creativas de Latinoamerica. Creo que Los vivos y los muertos, junto a Río Fugitivo y varios de sus cuentos, partiendo por Dochera (cuento ganador del concurso Juan Rulfo) son lo mejor producido por Edmundo, y por extensión la literatura Boliviana, en los últimos años.

Missing

Missing es sobre todo una novela de amor filial, estimo que no pocos proyectos literarios han sido abordados con dicho afán, pero en este caso es también una buena historia contada con oficio. ¿Pero porqué escribir de una historia familiar, dolorosa, con nombres y apellidos, sin disfrazarla de ficción, sabiendo que ello puede dañar a algunos seres queridos? Para que una historia tenga carne el escritor recurre a lo que conoce, a sus vivencias más cercanas, sólo así logrará intensidad —se ha dicho—, a veces disfrazará lo ocurrido de ficción y lo adornará moviendo hechos, actitudes, personajes, para que la historia cuadre, encaje, cierre bien, o como en esta novela, se apegará “fielmente” a hechos reales, a la autobiografía, a la memoria familiar. Pero no es el único camino también es posible lograr profundidad, sustancia, con hechos o personajes completamente ficticios. Pero en cualquiera caso lo insoslayable, lo relevante, el único camino, es identificarse, vivir el personaje: y Fuguet antes que nada hace eso, hasta lo declara en la novela cuando habla con el protagonista sobre el proyecto de escribir el libro:

"Para que esto resulte voy a tener que ser tú por un tiempo y eso, te confieso, me asusta. No sé si quiero andar por ese camino. Me da miedo perderme".

Pero Fuguet no se pierde, exorciza un fantasma literario que ya lo había perseguido en creaciones anteriores (Sobredosis, Las películas de mi vida) y logra un libro con intensidad, profundizando en la historia de alguien que desaparece, que corta toda conexión con su mundo, con sus afectos, con la familia. El libro es un canto a los seres que pierden, que no logran alcanzar los sueños propios o los que el resto tenía planeado para ellos, y que a pesar de todo, extirpándose algo muy adentro, siguen viviendo.
El lenguaje de Fuguet es el de la calle, si es que realmente eso puede existir literariamente, sin mucha floritura, con spanglish y textos intercalados en inglés, muchas referencias a libros y películas (otra de sus obsesiones). Los capítulos centrales donde el personaje habla en primera persona, están escritos con frases cortas, en escalera, como en un verso, ello le da velocidad al relato, claridad, sequía, que aporta a la intención dramática. Hemingway contó que en uno de sus primeros trabajos, en el escritorio frente a la máquina de escribir de todos los periodistas, el editor les había puesto un letrerito: Escriba con frases cortas y precisas, no se haga el artista.

Antes, cuando un producto estaba etiquetado “Made in USA”, era una señal de un impreciso pero indulgente prestigio, de calidad, de buena factura, hoy, quizás por las globalizaciones, la acometida de los chinos (que ahora son dueños hasta de Hummer), o por el descredito derivado de la política internacional de los norteamericanos, no es garantía de nada. Estos libros “Made in USA” nos revelan a dos voces potentes y reconocibles, narradores maduros, con recursos técnicos, oficio, en pleno ejercicio y vigencia, y, aunque tienen como escenario a Estados Unidos, son claramente herederos de la prestigiosa marca literaria: Made in Latinoamerica.