miércoles, noviembre 13, 2013


            Muchos de los vinculados a la literatura en el sur del continente, hemos sido testigos del periplo del escritor colombiano Eduardo Bechara en su labor épica de catalogar poetas, también hemos escuchado sobre la inquietante historia de que tiene un doble en Argentina. Llegaron a mis manos, en un sobre anónimo, varias cartas que dan luces sobre el particular. Como buen escritor de ficción tengo un compromiso con la verdad y creo que es imperioso que sean hechas públicas.


 

Transilvania 12 agosto de 2013

 
Querido Guido:


Recuerdo que me advertiste que esto podría pasar y debo reconocer que tenías razón, el proyecto Eduardo Bechara está fuera de control. Pero a pesar de este tropiezo mi afán científico sigue intacto y creo que tarde o temprano la clonación humana será una herramienta cotidiana en nuestro devenir, que los avances que conlleva esta tecnología permitirán sanar enfermedades, abordar problemas sociales y será la manera en que podamos viajar al espacio a colonizar nuevos planetas cuando el nuestro deje de ser habitable. De todo esto debatimos durante varios días cuando hicimos el doctorado en Perú en los noventa, debes recordarlo imagino, cuando probamos la Ayahuasca. Pero no quiero detenerme en divagaciones teóricas y quiero contarte en detalle lo ocurrido y solicitar tu ayuda. Como estabas al tanto, nos decidimos por una clonación híbrida, incluimos genes croatas, libaneses, checoslovacos, sumerios y de la remota provincia rusa de Lejanistán. Recuerdo cuando opinaste que tanta mezcla genética traería problemas y que tú no eras partidario de la mezcla racial y te inclinabas más bien por clonar un individuo puro, de raza aria. Pero en el mercado negro los genes que usamos estaban más baratos. Hasta aquí estabas informado.

Conseguimos la ayuda y el financiamiento generoso del Instituto    Dunkelkammergenbankgeschlechtshormonablieferungmitwirkunjezausarbeitung   de Alemania, con gran experiencia en hormonas de crecimiento para el deporte. Logramos reducir la etapa de niñez y juventud de los sujetos, y obtuvimos un Eduardo Bechara adulto en sólo dieciocho meses. En total clonamos treinta y tres Eduardos Bechara. Lo primero que llamó la atención del equipo de sicólogos fue que treinta de los sujetos manifestaran un desmedido interés por la poesía, dos de ellos presentaron una habilidad sobre el promedio para los crucigramas y el sudoku, y uno de ellos una habilidad proverbial para el tejido a crochet. El equipo todavía no se pone de acuerdo respecto a las causas de esta anomalía, se ha planteado que la mezcla genética pueda ser la causa, también se ha sugerido que, ya que por falta de espacio la etapa de incubación se desarrolló en la biblioteca, esto podría haber influido en el desarrollo de los sujetos. El caso es que los Eduardo Becharas adultos recuperaron su ritmo normal de crecimiento, y del laboratorio fueron trasladados al jardín por extensos periodos para que se conectaran con el mundo y también porque el personal ya no los aguantaba. Comprenderás lo rompebolas que puede ser tener a treinta sujetos recitando poesía todo el día. El problema fue que tres de los Eduardos Becharas huyeron, sólo nos dimos cuenta en el conteo de la noche, pero ya era tarde. Eso pasó hace varios meses y recién hace poco hemos detectado dos de ellos en Latinoamerica, ambos vinculados a actividades literarias.

Por ahora no podemos mandar a los muchachos para que sean eliminados o reciclados, pues tienen cierta notoriedad pública y queremos evitar cualquier tipo de publicidad. La colaboración que te pido es que nos puedas informar en detalle de sus actividades, uno de los Eduardos Bechara, o los dos, no estamos seguros, se encuentran recorriendo Chile con el intrincado y cándido proyecto de recopilar poetas. Debemos intentar contenerlos y mantener un detallado registro de sus actividades. Para tu información todos los Eduardos Bechara tienen un grado de amnesia selectiva, no recuerdan que son de probeta, consideran casualidad encontrar otro Eduardo Bechara en la vida, y se han inventado una biografía con forma de curriculum literario. Los Eduardo Bechara duermen en un ataúd, que acarrean de ciudad en ciudad (costumbre tradicional adquirida acá en Transilvania), y tienen hábitos crepusculares y nocturnos.

Comprenderás que este asunto debe mantenerse bajo estricta reserva, debido a sus implicancias legales y éticas. Espero encarecidamente que me hagas llegar tus informes.

Te mando un fuerte abrazo y algunos euros para tus gastos

 Dr. Yuri Sorianovic-Galvarrov
 
 

Temuco, 17 de septiembre de 2013

 Estimado Yuri:

 
No puedo decir que me alegro al recibir tus noticias porque son, de verdad, desastrosas. Ya te decía yo que había que tener cuidado, mucho cuidado, con el experimento, pero tú eres terco como una mula. Por eso decidí retirarme. Ahora, en tu desesperación, vienes a pedirme ayuda, confiado en nuestra inquebrantable y vieja amistad, pero ya es tarde. Y no es falta de voluntad, Yuri, es que de verdad ya es tarde y te resumiré por qué. En la última quincena ya me he encontrado con tres tipos que notebook en la mano y sombrero en la cabeza, entrevistaban a muchachos y muchachas que les agitaban ante sus narices cuadernos y cuadernillos garrapateados con lo que ellos llamaban poemas. ¡Tres!  Y los tres decían llamarse Eduardo Bechara. Y no me los encontré aquí en Temuco. A uno lo vi en Concepción, en una Feria del Libro, al otro en Santiago, en un encuentro de escritores, y al tercero en Chimbarongo, donde tuve que ir a buscar un sillón de mimbre por encargo de una vecina. De inmediato sospeché que el proyecto se te había escapado de las manos y la carta tuya viene a confirmármelo. ¿No te das cuenta del peligro que se cierne sobre la humanidad? Si al menos hubieras clonado ingenieros o médicos, que bastante se necesitan, pero no. ¡Tenían que ser poetas! Ya no se podrá salir a la calle sin que una lluvia de metáforas te caiga en la cabeza y un soneto mal construido te haga una zancadilla.

            Tú dices que fueron tres los que se escaparon y yo ya vi tres. No puede ser que me haya tocado la suerte (mala) de habérmelos encontrado yo a todos. Creo, más bien, que algún otro error han cometido ustedes, lo que no me extrañaría para nada. Puede que hayan contado mal o puede que los Bechara se estén multiplicando solos. En ese caso muy luego va a haber más Becharas que chinos en este planeta y no van a estar cocinando chapsui precisamente. ¡Van a estar perpetrando poemas a diestra y siniestra!

            Me pides colaboración y dices que me envías algunos euros. Algunos. No llegó nada, nada, aunque revisé el sobre por todos lados. No me extraña porque tu exagerada austeridad (por no decir tacañería) fue otro de los motivos que me hizo abandonar el proyecto.

            Si quieres que te ayude vas a tener que desembolsar algo más que unos pocos euros porque la tarea será titánica. Perseguir Becharas por todo el continente es una tarea ardua y costosa. Ponte una mano en el corazón y otra en el bolsillo y entonces conversamos seriamente.

                                               Abrazos

Guido Eythelinovic

 

Islas Vírgenes, 30 de septiembre de 2013

 
Querido y recordado Guido:

            Tengo muchas novedades para contarte y no sé por dónde empezar. Creo que lo primero será informarte que efectivamente existieron varios errores en los conteos, no te voy a detallar aquí las causas, pero en realidad se habían clonado cuatrocientos setenta y ocho Eduardos Bechara y de ellos finalmente nos faltan treinta y tres. Esta negligencia inexcusable ha significado la cancelación del proyecto, la mayoría de los participantes fueron silenciados y casi todos los Eduardo Bechara restantes se vendieron como  material de experimentación a laboratorios. Yo actualmente estoy viviendo en las Islas Vírgenes donde tuve la precaución de preservar algunos ahorritos, que si administro bien, me permitirán subsistir a mí y a las próximas diez generaciones de mi familia. Entonces, como tú bien sugieres, es bastante posible que más de tres Becharas estén viajando por Sudamérica y recibí reportes no confirmados, pero creíbles, de que al menos dos de ellos estarían muertos. Ello habría sucedido en algún cerro de Valparaíso de la siguiente manera: uno de los Eduardo Bechara habría asistido a un recital de poesía o algo parecido, posteriormente habría estado bebiendo licor con un grupo de poetas locales, quienes, ganada ya la suficiente confianza, lo habrían llevado a conocer un lugar de peregrinación, un sitio sagrado, el animita de los poetas. En dicho lugar le habrían contado que el animita milagrosa fue construida en honor a un viajante solitario, rescatador de poetas, que había sido acuchillado por algún malnacido en ese mismo lugar, y que el tipo se llamaba Eduardo Bechara. El Eduardo Bechara en cuestión, sonrió y dijo que él también se llamaba así y que también se encontraba en el mismo afán, lo cual al parecer no gustó a los poetas del cerro que pensaron que el hombre se burlaba y fue muerto mediante trepanaciones diversas causadas por cuchillos.

            De lo que se trata ahora, estimado Guido, es evitar de cualquier forma posible que se sepa que hay más de dos o tres Eduardo Becharas, lo que se puede explicar por una coincidencia simpática, pero más de treinta Eduardos Becharas, sólo dejarían en evidencia nuestro proyecto. Por lo demás, debes recordar que durante el tiempo que trabajaste con nosotros firmaste como representante legal y ello todavía no ha sido revocado. Respecto a tus gastos, te habíamos enviado algo en el sobre, pero nuevamente queda demostrado que los trabajadores de los correos latinoamericanos son amigos de lo ajeno. Si de todos modos requieres algunos fondos, te podríamos enviar uno o dos Eduardos Becharas, que son bastante adiestrables para oficios diversos, solamente deberás aguantar su predisposición a recitar poesía a cualquier hora del día, o de la noche. También es posible que los puedas vender por partes como donadores de órganos.

            Te mando un fuerte abrazo y espero las cosas mejoren, bueno acá por lo menos preparan unos fabulosos Mai Tai de ron blanco con los que he conseguido olvidarme un poco de las preocupaciones.

 

Dr. Yuri Sorianovic-Galvarrov

 

Temuco, 15 de Octubre de 2013

            Estimado Yuri:

                                        Ante la velada amenaza de tu última carta me vi obligado a actuar. Pensé que la mejor manera de ubicar a los Bechara era conseguir gente especializada en el tema, así que contraté dos críticos literarios y tres académicos especializados en la investigación de las nuevas formas que aparecen en la literatura. Les di, someramente, los datos que me enviaste y de inmediato partieron entusiasmados a buscar a cuanto Bechara pudieran encontrar. Ni siquiera cobraron honorarios, trabajaron únicamente por el prestigio y vaya que trabajaron bien.  Antes de quince días me tenían aquí 29 Becharas y me aseguraron que esa era la cantidad total que había en el territorio. Les creo. Tengo a los 29 en el corralón municipal, recitándose entre ellos, al parecer muy entretenidos.

El problema es qué hago con ellos ahora. Se me ocurrió que podríamos enviarlos a la Patagonia donde Óscar B. Bradasic que sí sabría qué hacer con ellos. Enviarlos a trabajar en la esquila o hacerlos mariscar en las gélidas aguas del Estrecho de Magallanes. En todo caso, la definición final es tuya. Yo podría alquilar algunos camiones de Brinks para enviarlos por tierra hasta Punta Arenas.

            Por los gastos, y por mis honorarios, no te preocupes. Aunque no vivo a cuerpo de rey como tú en las Islas Vírgenes, no tengo grandes necesidades y he realizado esta labor nada más que como un gesto humanitario, a la vez que como compensación por haberme prestado en esos tiempos a colaborar en un proyecto tan descabellado como peligroso.

                      Quedo a la espera de tu respuesta.

                                      Atentamente:

                                          Guido Eythelinovic


Jamaica, 30 de octubre de 2013

 Querido Guido:

No sé cómo pudiste caer tan bajo y trabajar con críticos literarios, imagino que fue una experiencia espantosa, pero te agradezco tu buena intención, sin embargo como te explicaré creo que fue un sacrificio inútil.

Respecto a tu intención de enviar a los 29 Becharas que tú tienes a Punta Arenas, a cargo del profesor Oscar B. Bradasic, en otras circunstancias hubiese sido la solución, pues es ampliamente conocido el trabajo del profesor Bradasic en la etología humana, su famoso método para templar el espíritu de pacientes pusilánimes mediante la exposición al viento se enseña en muchas facultades y prostíbulos de Europa. Además el profesor Bradasic, junto con su amigo el boxeador Pavel “hígado de piedra” Oyarzún,  son excelentes anfitriones de grupos que viajan a terapia por esas tierras australes. Sin embargo, creo que ya está todo perdido. Se han reportado Eduardos Bechara en muchos lugares alrededor de todo el mundo, siempre vinculados a actividades poéticas y, lo que es peor, han sumado a muchísimas personas en su esquizofrénica labor. Suelta a esos pobres Eduardos Becharas que tienes confinados y que sigan en lo suyo.

Ayer por la mañana le abrí la puerta al lechero quien con las botellas de leche en la mano me espetó “Al toque de diana ya amaneció en la memoria de la ordeña, el candor melancólico de las ubres, como si en su “seno” cada día se descubriera un antibiótico, un remedio para la vaca loca, pero una vaca no es sólo una vaca, es la vía láctea en estas botellas, blanca, como el fantasma del hambre que espantan”. Hoy después del almuerzo llamé a mi contador quien en vez de reportarme las ganancias del día disertó: “Poderoso caballero es don dinero ¿Pero qué es un dólar cuando el mundo tira para abajo? Imagina a los dinosaurios en la cama, cuando despiertes y todavía estén ahí. ¿Acaso no es el único placer de don dinero, cómo el vino o el sexo, gastarlo en amaneceres de juerga? Hoy deposité todas tus ganancias a los pobres de espíritu y a los pobres a secas”

Estamos siendo inundados por los cuatro costados por poesía, como un ejército incontrolable de zombis, hordas de poetas avanzan blandiendo palabras, botellas de vino y metáforas. Creo que es el fin de la civilización tal cual la conocemos. Esta será la última vez que te escribo, querido Guido, mientras el sol, una esfera roja en el ocaso,

en el paisaje,

abusa de nuestra melancolía,

como si no supiéramos que es una estrella,

de esas miles de millones

que cada día nacen y mueren

en el universo infinito y malogrado que nos develó,

el accidente del primate,

la magia de las palabras.

 
Yuri Sorianovic-Galvarrov

lunes, abril 01, 2013


Decálogo del cuentista


Creo en los decálogos como tablas de la ley, como ordenanzas. En el de Quiroga por supuesto, en el de Monterroso y en el de Onetti, entre otros. Creo, como creo en cualquier libro en el que logro avanzar más de diez páginas. Pero con esa propensión al cisma y la bravata que tenemos los escritores, ahí va mi propio decálogo.
 
1. Las palabras son el único enemigo, no cedas a su lisonja, a su arbitrariedad, a su provisorio paso por el diccionario. Ellas pretenderán doblegarte con su verborrea, escorarte, convertirte en un burócrata del lenguaje. Saben que la concatenación las neutraliza y diluye su vocación de cicatero como un pez en el cardumen. Piensa que tu objetivo es escribir una sucesión de aforismos vírgenes, de metáforas que estudiará la arqueología, de alegorías a la llaneza. Intenta llegar a la oración perfecta que solo dice lo que dice (o lo evoca). Olvida que usas palabras, piensa que son cuchillos afilados o ángeles que se tocan con las alas.

2. La ingeniería del cuento no es una ciencia exacta pero oficia de columna vertebral y se puede planificar como en la arquitectura o construir como un andamio que atenaza después de escrito el relato. Puede ser sólo el ritmo que dan las comas, el tono y el ángulo del narrador, algunas veces se emparienta con la memoria, la narración oral u otras formas de ocultismo, cuando no, es una especie de cadencia o de musicalidad. Si crees haber conseguido una ingeniería que funcione, será esa única vez, tendrás que andar o desandar tu catálogo completo de técnica cada vez que la emprendas.

3. Deberás dejar toda clase de moral en el muelle, despojarte de deudas y cortesías. En el cuento, como en el mar, sólo sirve tener algo que flote y suficiente coraje para llegar hasta la otra orilla. Imagina que estás sólo en una isla y que enviarás tu último mensaje en la botella, que tienes todo el tiempo del mundo para escribirlo y que no lo leerá nadie.

4. El lector tiene cierta propensión, desde que ejecuta el improbable acto de tomar un libro, a la credibilidad, eso está a tu favor, por cierto, pero no abuses de ese ser inmaculado, no lo atiborres de callejones sin salida, de frases privativas de maniquíes, de historias que convoquen agoreras al sueño o de relatos que no hayas depurado hasta la obsesión. A veces sirve imaginarte que el lector no existe, pero existe. Si no puedes evitar divagar, escribe novelas.

5. Hazte hermano de la obsesión, la revisión, la vacilación, la severidad, la indulgencia, la intransigencia, la mirada, la ceguera y la duda sobre todo la duda. Ya lo dijo Descartes “la duda no es una sensación placentera, pero la certeza es absurda”. Duda de todo, incluso de la duda. No hay exactitudes en este oficio. Sólo la quimera de tomar el té plácidamente con tus fantasmas y deslindes, acompañado por una señora de paciencia infinita ataviada con túnica y guadaña.

6. Los personajes deberán hacer lo que dispongas y, a pesar de que a veces cobran vida propia, no los dejes ni por un segundo desviarse de su cometido. Tortúralos con la dulzura del amante, con la severidad de un deidad, repudia su mísera tendencia al albedrio. El único que puede no saber para dónde van es el autor.

7. Copiar, consciente o inconscientemente, está permitido ¿De qué otra manera se podría leer si no? Aunque tengas un solo tema recursivo, lo único prohibido es copiarse a sí mismo, repetirse.

8. Rehúye los medios tiempos, busca el conflicto, el fondo, escribe como si fuera la única manera de salvarte de la junta de acreedores o la guillotina, usa sangre en vez de tinta. Hazte un tatuaje con el nombre de alguno de tus maestros literarios y después bórralo con un fierro incandescente. 

9. Cuando escribes ficción, apelativo literario para la mentira, debes ser honesto. Pero un tipo de honestidad que no tiene que ver con la verosimilitud, o con la moral (ver punto 3), y se acerca más al tipo de credibilidad de alguien con alzheimer al que respetas o de una confesión frente a una botella en el bar, cómo el código de ética de un ladrón antiguo o las visiones de un indio chamán.

10. No le creas a los decálogos, a las aseveraciones demasiado taxativas, ni a las verdades absolutas: el cuento es un oficio de artesano. Quizás el único axioma que puedes aceptar es reconocerte heredero del que contaba cuentos junto a la fogata. Tendrás que usar la sutileza de un claustrofóbico cuando toma el ascensor, o del acordeonista ciego cuando declina una invitación a una isla donde sabe que lo olvidarán, para mezclarte entre los mortales y robarles descaradamente sus historias.