jueves, febrero 19, 2009

El futuro improbable de Alejandro Bentivoglio






Octubre del 2039, el doctor Alejandro Bentivoglio expone en el XXVII Congreso Internacional de Microficción (en Neuquén, un pequeño barrio de Cipoletti), ya casi nadie desafía su tesis y en la mayoría de los textos está consignado el origen de la microficción en la Patagonia Argentina. —“La naturaleza de pocas palabras de los gauchos, el paisaje invariable, mínimo, subordinan al hombre de estas latitudes a la microficción”—Sentencia Bentivoglio y cita un cuento de Björk Altman:
“Dos gauchos, que llevan casi seis meses sin ver a nadie, se reconocen la silueta desde muchos kilómetros en la pampa.
-Hola cumpa ¿qué cuenta?
-Y nada che ¿y usted?
-Nada.
-Nos vemos che.
-Nos vemos, un gusto platicar con usted”




Alejandro Bentivoglio en un futuro improbable será arqueólogo literario en la Patagonia, o bibliotecario en El Cairo, dueño de una biblioteca digital en Buenos Aires o encargado de los talleres literarios en la cárcel. Como sea, su vida estará cruzada por la literatura, por los libros que hoy atiborran su departamento, por los microcuentos que escribe con fruición. Bentivoglio es un narrador atípico, escribe exclusivamente microficciones (tiene más de 2000) y es joven (29) para haber publicado tres libros maduros: Revolver y otras historias del lado suave, Dakota, memorias de una muñeca inflable y La Parca (a dos voces con un amigo).
De a dos o tres en cada hoja, los textos de Bentivoglio copan las páginas y nuestros sentidos, nos imponen su ritmo y su inusitada diversidad, su contundente aliento, que por momentos nos obliga a la pausa para digerirlos, a la relectura. Convergen obsequiosamente en la literatura de Bentivoglio diferentes vertientes, la narrativa pura destilada desde la compresión extrema del cuento como en Suave. La bella jerigonza poética que se acomoda muy bien en los textos cortos, y que algunos taxónomos clasifican como poemas y otros como cuentos breves, como en A falta de revolución. Y También el humor, un tipo de ironía fresca, inteligente y de una compresión lingüística envidiada por los extintos redactores de telegramas como en el cuento Vasos Comunicantes.
Alejandro habita un barrio del gran Buenos Aires, casi no conoce el resto de la ciudad, no la necesita, recorre los vericuetos de esa otra urbe, de la ciudad improbable, donde cada tanto se escucha la vos tartamuda de Borges o del argentino de acento francés y en la orilla del río sin orillas ve pasar a Onetti o contempla a Hemingway mientras pesca en el muelle.

Cuentos de Alejandro Bentivoglio:

Suave
Él pensaba que todos los cuchillos eran parecidos. Sin embargo, su esposa había comenzado a acariciar más que de costumbre, uno de los que estaban en el cajón. Mucho, pero mucho antes de él llegara a su casa con un rastro de rouge en su camisa arrugada.

A falta de revolución
Hay ventanas, verdaderas excusas de guillotina, que ante la menor provocación se abaten sobre desprevenidos ciudadanos, cercenando cuellos y sombreros que luego se quedan solitarios como tortugas en el sueño, pisos abajo, entre turistas de asfaltos y silencios.

Vasos comunicantes
El telegrama es la literatura experimental del desastre.

Rompiéndome
No llorés por mí, le dije. Pero ella me dijo que no lloraba. Era algo que tenía en un ojo.
Algo como un hombre pequeñito deshaciéndose entre sus dedos que luego se limpió prolijamente con una servilleta de papel azul.